martes, 1 de noviembre de 2011

SeGuIr a CrIsTo, No sóLo vAlE  La pEnA; vAlE La vIdA!!!

Lo que se predica se aplica...



La palabra homilética viene del griego; homiletikos significa reunión, conservación y un género literario por el que se explica familiarmente una doctrina. En efecto, homiletikos es la forma adjetival de homi que se encuentra en el verbo homileo y en los sustantivos homilos y homilia. Homileo y homilía significan «conversar» y «conversación».(1) esta aclaración fundamental de lo que es la homilía nos introduce a un mundo místico en el cual muchos de los elementos vividos de la fe cristiana y la conversión de fieles  permite ver lo fundamental que es trasmitir la palabra de Dios en un lenguaje de amor y de corrección fraternal. La historia de ella misma es de procesos muy curiosos pues sus inicios no fueron fundados en la palabra de Dios sino en filósofos del siglo III aplicaban la explicación de un texto, luego esto método paso a las sinagogas de una forma distinta que era la  explicación de lecturas del A.T, en donde la presencia del mesías Cristo da su homilía iluminado por el Espíritu santo, trascendiendo  a los padres de la iglesia los cuales le dieron un significado fundamental.
 Este elemento histórico del género “conversar” permitirá entender los sucesos del presente referente a la predicación de la palabra de Dios, esto es  punto de referencia pues la homilía es corrección fraterna, conversación, exhortación y temas de fe. Es así como la predicación debe ser tomado como algo serio y de mucho cuidado,  es de gran valor puesto que los fieles van con gran entusiasmo a recibir la palabra de Dios con su respectiva reflexión y es de mal gusto ver como en ocasiones muchas situaciones referentes a la homilía  no son tomadas con seriedad, porque muchos sacerdotes cual sea su grado no preparan este gran anuncio de la fe y moral. Tan altos inconvenientes producen que cree una interpelación ¿lo predicado por el sacerdote si es aplicado en su vida?
Muchos tratan de cauterizar su conciencia relatando la frece más común “has lo que digo mas no lo que hago” forma de evadir la realidad de una elocuencia no vivida, como dice Raniero cantalamessa  “predicar es como tirar rocas grandes de un edificio hacia el suelo y aplicar es subir esas grandes roca a la sima de esa torre”  siendo el ministro un “alter cristus” debe ser consciente de lo que pronuncia su boca porque es escuchado con el corazón en plenitud,  los fieles son como un ciego perdido, buscando esa vos de aliento que los guie a la verdad y su meta. Por eso es real que representante de Cristo en la tierra tiene que tomar conciencia y hacer lo posible  para que lo que su boca dice con gran entusiasmo su corazón lo represente con santidad                

domingo, 23 de octubre de 2011

DISCÍPULOS MISIONEROS AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN.

                                  
Los obispos de América Latina se reúnen en Aparecida, Brasil, para celebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe. Lo que se quiere lograr es seguir  impulsando la acción evangelizadora de la Iglesia, la cual está llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, para que todos tengamos vida en él, que es verdad, camino y vida. Es necesario también que tengamos presente encomendarnos  a la protección, amparo  y manto de la Santísima Virgen María, para que así todas las obras sean de buen provecho para nosotros mismos y para los demás participantes de esta conferencia de suma importancia, para este pueblo Latinoamericano que ha mantenido una fiel tradición católica, y que se ha mantenido en la presencia salvadora y santificadora del Señor. Los asistentes a dicha conferencia quedaron muy agradecidos y satisfechos con la participación, atención y disposición de pueblo Latino frente a al catolicismo y respuesta del cristianismo y amor de Dios presente en estas personas.

La manifestación más plena del amor de Dios para con sus hijos, fue habernos dado a su Único Hijo, “Para que nacido bajo el seno de una Virgen y muerto en la cruz por nuestros pecados, resucitara de la muerte, y junto con ella también resucitaran nuestras esperanzas de vida y alentaran la misma con deseo ardiente de ser fieles discípulos y misioneros en nombre de Jesús, como lo pide y nos lo muestra reiteradamente el evangelio.”[1]  A pesar de que la evangelización llegó a nuestras tierras con el firme deseo de inculcar la presencia de Dios en la vida de los que antiguamente habitaban aquí, se presentaron algunas dificultades, ya que se hubo un desigual encuentro de culturas que no permitió una facilidad en contrastar  y nivelar su religión con la de los nuevos pobladores, se podría decir también, que fue un tiempo aún más dificultoso, porque la Iglesia también sufrió persecuciones que le impedían de algún modo continuar con sus tarea; sin embargo lo más decisivo en esta Iglesia terrenal es la acción santa del Señor, y gracias a eso es que este pueblo aún cree y seguirá creyendo en las manifestaciones religiosas que se nos presentan a diario por parte de Dios.
La V Conferencia, quiere seguir dando continuidad a las anteriores que ya se habían presentado, y a la vez recapitula el camino de la fidelidad, renovación y evangelización de la iglesia latinoamericana al servicio de sus pueblos. El don de la tradición católica en este continente, es el fundamento y cimiento que le imprime identidad, originalidad y  unidad a toda América Latina, haciendo de este continente un paradigma para los demás pueblos que siguen a Cristo de una manera mediocre y que no le encuentran un buen sentido a sus vidas y algo valioso por lo que les valga la pena luchar. Fundamentalmente la Iglesia no trata de replegar frente a quienes ven la tradición católica como una amenaza, donde sólo ven confusión,  peligros e ideologismos vagos y sin sentido alguno, por el contrario trata de confirmar, renovar  y darle más vida al evangelio, que suscite en los nuevos hombres y mujeres del presente un deseo ardiente y firme de defender la tradición y religión católica como lo habrían hecho los mártires de ayer, para que así den vida mediante la luz de Jesús y la fuerza de su Espíritu. No tenemos otra dicha y prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido y amado, adorado, anunciado y comunicado a todos. “Que esta conferencia sirva pues para conocer a Jesucristo, trasmitir este tesoro a los demás que él nos ha confiado y seguir cultivando la tradición y amor a Dios en este continente que cree fielmente en su palabra y en sus designios amorosos de Padre celestial.”
Todo cristiano creyente en la acción evangelizadora de la Iglesia, está llamado a ser un discípulo y misionero en nombre de Jesús, por medio de su palabra que es santa y verdadera y con la cual nos podemos comunicar con él y entrar en su presencia, para así cumplir el mandamiento e invitación que se nos es dada en el momento en el que el agua bautismal nos toca en nombre de la santísima trinidad, alcanzar la santidad.
Nuestra alegría de ser misioneros se basa en el firme deseo de dejarnos guiar y recibir en nuestros corazones el amor ferviente y filial que tiene el Padre para con nosotros, a no dejarnos desesperar por las tragedias, que tal vez, puedan ocurrir en el mundo actual, sino hacer de ellas unos peldaños o escalones cada vez más resistentes, que nos puedan servir en otro momento dado para la edificación de una mejor cultura católica dentro de la actualidad, mostrando así a los evangelizados que nuestra fe es consciente y firme en lo que proclama y lleva a las demás naciones del mundo. Conocer a Cristo por medio de la fe para llegar a la verdad,  es lo que se nos pide encarecidamente para ser sólidos en la vocación que se nos ha encomendado de ser verdaderos misioneros en nombre de él.
Para ser unos buenos misioneros en Cristo, debemos formarnos ante todo como unas buenas personas, unos buenos cristianos y buenos creyentes; debemos ser conducidos por la fuerza del Espíritu Santo que nos acompaña e ilumina a seguir dando lo mejor de cada uno. Debemos creer fielmente en la palabra de Señor, ya que se nos ha dado con sabiduría y verdad plena, y son representadas en nosotros por la bondad  que se nos es brindada por sus milagros visibles e invisibles, que nos ha hecho resurgir a una vida nueva y nos ha sacado de las tinieblas para que a la luz del evangelio nos edifiquemos e iluminemos con esa misma luz a las personas que lo necesiten para creer más en la palabra y misericordia de Dios.
Partiendo de este principio como base, nos atreveríamos a afianzar toda clase de bendiciones y acciones de gracias dirigidas al Señor por habernos escogido ser discípulos y misioneros suyos, pidiéndole de igual manera que como él mismo nos ha elegido, nos ponga, en frente nuestro, signos y señales que nos faciliten la evangelización a los pueblos, y que como a ejemplo de María, no tengamos miedo a decir “Si” y a dejar que el poderoso por medio de su santo espíritu actué y haga de nosotros la mejor prenda para que alcancemos la salvación y la podamos transmitir y hacer alcanzar a los demás hermanos que están necesitados y sedientos de la luz del evangelio y de Cristo.
Al descubrir el amor paterno que tiene Dios para con nosotros, nos podemos afianzar  y más concretamente, arriesgarnos  a la tarea que se nos es dada de anunciar el amor de Cristo y su bellísima palabra que contiene la fórmula para alcanzar la salvación; “de igual manera, el misionero debe ser una persona entregada totalmente al cuidado de sus hermanos más necesitados, cumpliendo así el mandato que se le ha dado a la Iglesia: Está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios.” [2].

El misionero frente a la realidad que se le presenta en la situación mundana, debe ser consciente de los problemas que le resultan y se le presentan dentro de su proceso formativo, para adquirir de ellos mayor y suficiente  experiencia, como para enfrentarse a lo que el mundo quiere y espera de él: “actualmente el mundo se enfrenta  al fenómeno de la globalización, No se puede negar que el predomino  de esta tendencia no  elimina la posibilidad de formar pequeñas y medianas empresas, que se asocian al dinamismo exportador de la economía, le prestan servicios colaterales o bien aprovechan nichos específicos de mercado interno” [3], y ante esta realidad el discípulo misionero debe encarar con responsabilidad y disponibilidad, un tipo de afrenta ante la globalización que quiere, en un aspecto socio-político: unificarnos a todos en una especie de un solo ser, pero que a la vez nos quiere ir separando como si fuésemos independientes y capaces de vivir solos sin necesitar al otro, pero esencialmente, la Conferencia en nombre de los discípulos misioneros, quiere que esta globalización esté marcada por la solidaridad, la justicia y por el respeto a los derechos humanos, “y que éste no se convierta solo en un continente de la esperanza, sino también en el continente del amor propio y a los demás.” [4]
Luego de haber trazado estos caminos y haber alcanzado estas metas propuestas, el misionero debe hacer una comunión dentro de la iglesia, consagrándose fielmente a ella y siguiendo uno a uno los estamentos y estatutos que ella le pide cumpla encarecidamente con ánimo, responsabilidad y fuerte vocación, para encaminar un sendero que lo conduzca hacia la santidad. “La Iglesia como “comunidad de amor”, está llamada a reflejar la gloria del amor de Dios que, es comunión, y así atraer a las personas y a los pueblos hacia Cristo.”[5] Éste es un ejercicio de unidad y fraternidad, en la que debemos vivir no solo, los fieles, sino también los misioneros discipulares en nombre de la Santa Madre Iglesia, para llegar a ser a la meta de su gran cometido: llevar a Cristo a todas las naciones del mundo para su evangelización.
El itinerario formativo de los discípulos misioneros debe estar  asentado por una “Espiritualidad trinitaria del encuentro con Jesucristo, una autentica y sólida vida misionera debe estar asentada sobre el fundamento de la Trinidad–Amor. La experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable, nos permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio a otro. La experiencia bautismal es el punto de inicio de toda espiritualidad cristiana que se funda en la Trinidad”.[6]  Ya partiendo de la realidad de ser bautizados en nombre de Dios, pasamos a ser sus hijos muy amados y a tener un encuentro personal con Jesucristo. A él, lo podemos encontrar de diversas y efectivas maneras, que nos ayuden a acercarnos por medio de él al Padre celestial. “La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo”[7],  pero esta no es la única manera de encontrar a Cristo y hacerlo presente en nuestras vidas: la eucaristía, las Sagradas Escrituras por medio de la Lectio Divina, en la Sagrada Liturgia, e Sacramento de la Reconciliación, la Oración personal y comunitaria y la vivencia de la Fe y el amor fraterno; animados pues por la confianza e ilusión puesta en Dios, es que nos identificamos con aquel Cristo sufriente y doliente, pero a la vez triunfante a la muerte y nos ha hecho participes de su vida inmortal, cada vez que para nosotros parte el pan.
No dejando de lado a la acción del espíritu santo, no podemos dejar pasar de largo a una mujer en especial, una mujer sencilla, amorosa y criatura sencillísima del Señor, quien la ha escogido para ser la madre de nuestro señor, su nombre es María. La virgen María fue la primera discípula y misionera, “con ella providencialmente unida a la plenitud de los tiempos, llega al cumplimiento la esperanza de los pobres y el deseo de salvación. La virgen María tuvo una gran misión en la historia de la salvación, concibiendo, educando y acompañando a su hijo hasta su sacrificio definitivo”[8]. La virgen María es la gran misionera, continuadora de la obra redentora dela salvación de su hijo Jesucristo que inicio en la cruz y su resurrección, y que hoy en día se expanden hasta nuestros tiempos; y no solo constatamos que Mará ha sido la mujer más reconocida en cuanto al seguimiento del Señor, con gozo también podemos alegrarnos de que ha entrado fuertemente en nuestros pueblos bajo diferentes advocaciones, que alimentan cada vez más la fe Católica del pueblo Latinoamericano, en Ella este pueblo, ha encontrado la inspiración más cercana para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Es tanto el amor y profunda devoción que sienten hacia la Virgen María, que la sienten cerca como su Madre y su Hermana, y aquella mujer en la que pueden depositar toda su confianza y amor. Ella nos acerca con el misterio de Jesús y nos hace partícipes vivos de los acontecimientos y experiencias misioneras y discipulares afrontadas por ella y por su hijo, en el momento en que empieza nuestra historia de salvación en la antigüedad. “Esta familiaridad con el misterio de Jesús es facilitada por el rezo de Santo Rosario”[9].
María nos asegura que nunca nos desamparará, si nos acordamos de ella y si somos humildes, decididos, valientes y arriesgados al servicio, atención y entrega,
como lo hizo ella en el momento de dar el definitivo “Si” a aquel ángel que le dio la noticia que cambiaría nuestra fe y nos mostraría el camino de la verdad y la vida. “Ella con los ojos puestos en nosotros, sus hijos, crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado” [10]
 Sin los apóstoles, no hubiese sido necesario la acción santificadora del Espíritu Santo, la intercesión de la siempre Virgen María o incluso la inmolación de Cristo en la cruz; por eso es necesaria participación de los apóstoles que ya se han encontrado con Jesucristo, y que dan un testimonio vivo y vigente delo que han vivido y han tratado de buscar al lado de su Maestro. En la Iglesia es necesaria la participación de éstos, para transmitir la Buena Nueva de la salvación, a ejemplo de los doce, debemos ser constantes, valientes y perseverantes si queremos alcanzar y tener un encuentro personal y fructífero con Cristo, que nos alcance una alegría inmediata que nos comunique con la pasión de su amor, con lo más central de su redención y nos haga partícipes de su comunión con el Padre en la eternidad. Es indispensable, pues, llevar el sello de la marca que nos identifique como verdaderos misioneros y discípulos en el nombre del Señor, para recorrer sus caminos y hacer que otros trasciendan y tiendan a imitar sus virtudes, al igual que nosotros,  para mostrárselos a ellos también que los hemos recorrido.
Todo esto torna alrededor de un proceso edificante y formativo que desarrollará en los discípulos un ambiente de obediencia, respeto y familiaridad por el misterio de Cristo que van a predicar a las nuevas generaciones. Este “Itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por su nombre, y éstos lo siguen porque reconocen su voz”[11]. Dicho proceso tendrá que compenetrar y estar socializado con aspectos claves para un buen desenvolvimiento en el área pastoral: Encuentro con Jesús. Conversión, Discipulado, Comunión, Misión. Estos diversos aspectos estarán  acordes y funcionales para que así el discípulo alcance una formación contemplativa a la realidad de la mirada y acompañamiento discipular, conjuntamente con una dirección en la espiritualidad de la acción misionera.
Por eso con un tono evangélico y pastoral, Aparecida invita a ser verdaderos discípulos y misioneros en nombre de ÉL, llevándonos  las naves y haciéndonos echar las redes mar adentro, desea comunicarnos el amor del Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos a todos los bautizados y bautizadas, para que proclamemos con audacia a Jesucristo al servicio de una vida en plenitud para nuestros pueblos. Con las palabras de los discípulos de Emaús, Aparecida, a modo de exhortación e invitación para todos los cristianos, concluye con una oración dirigida a Jesucristo: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado” (Lc. 24,29).
Con estos ánimos y ganas de evangelizar, dispongámonos pues a continuar ésta obra salvífica del Redentor en la tierra, de llevar la verdadera palabra que él,  como nos lo dice las Sagradas Escrituras: Es el “Camino la verdad y la vida” (Jn. 14, 6), solo Él nos podrá conducir al Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo, y podrá hacer de nosotros los restauradores de su viña durante nuestra corta, pero a la vez fructífera estadía por el mundo terreno.


[1]  Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 29.
[2] Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 32.
[3] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 63.
[4] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.64.
[5] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 159.
[6] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.  240.
[7] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral.  244.
[8] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 267.
[9] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 271.
[10] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 272.
[11] Cf. Documento Conclusivo, Aparecida, Brasil, mayo 2007, Nral. 277.
Cristian Camilo Silva Londoño.

(Ésta es una ayuda para aquellos que quieran saber acerca de la V Conferencia  Episcopal Latinoamericana en Aparecida-Brasil. De igual manera no dejo de recomendar a lectura completa del texto).


domingo, 25 de septiembre de 2011

Como hablarle de Dios al mundo de hoy?


“De muchas maneras y en distintas ocasiones hablo Dios a nuestros Padres por medio de los profetas, ahora en la etapa final de la historia, nos ha hablado por su Hijo”.
Es así como Inicia bellamente el texto sagrado en la carta a los hebreos, texto frente al cual debemos plantearnos el interrogante: Como sigue hablando Dios hoy a su pueblo?
Hemos escuchado en reiteradas ocasiones en diferentes documentos de la Iglesia, que asistimos a un cambio de Época, entonces, como hablarle de Dios a esta nueva Época?
Lo Afirmaba Pablo VI, “El mundo no necesita Maestros, necesita Testigos”, mas aun me atrevería a afirmar, que mas que maestros, mas que testigos, necesita hombres y mujeres Enamorados de Cristo, de su mensaje y de su Obra.
Testigos enamorados, que como nos lo recuerda Aparecida hayan tenido el encuentro no con un concepto, sino con una persona que tiene nombre y rostro propio, Jesucristo.
El mundo de hoy, la realidad en que vivimos, se basa en el signo, en el concepto en las demostraciones de poder, pero como reducir a Dios a un signo o a un concepto o a una manifestación de Poder?, El mundo necesita conocer la imagen de un Dios que nos Ama, y nos ama hasta el Extremo.
Como limitarnos a ser Amados y a callar esta verdad?
De muchas Maneras y en distintas ocasiones hablo Dios a nuestros padres por medio de los Profetas, en la plenitud de los Tiempos nos hablo por su Hijo, y ahora en esta etapa de la historia, se vale de nosotros, se vale de ustedes, pero también se vale de mi existencia.
El mundo espera mucho de nosotros, espera hombres capaces de amar con un corazón sin límites.
Basta con dejarnos impregnar por su Amor, para que a su lado continuemos escribiendo esta apasionante historia de Amor por su pueblo.

Maria Madre de Discipulos

María, Madre de Discípulos.
“Uno no puede hacerse discípulo por sí mismo, sino que es el resultado de una elección, una decisión de la voluntad del Señor basada a su vez, en su unidad de voluntad con el Padre”
Benedicto XVI – Jesús de Nazaret
Por un lado, una sociedad que crece desmedidamente, nuevos sistemas económicos y políticos, multiformes ofertas para vivir la trascendencia del ser, avances impresionantes en la ciencia y la técnica, nuevas formas de vida, en pocas palabras, una revolución contrarreloj que busca dotar de sentido la existencia del hombre de una manera totalmente superficial, ofreciéndole en el dinero, el poder y el placer, el camino a la realización, suprimiendo todo valor absoluto e intangible, olvidando que el ideal más profundo del hombre es vivir el amor como la manifestación más noble de su trascendencia. Una sociedad que quiere reducirlo todo a un signo, a una demostración, a un objeto posible al sentido, una sociedad donde ser Feliz es el ideal mas detentado, una felicidad que se escapa de sus manos, pues como todo lo suyo, está determinado por el tiempo y el espacio. Sin embargo una sociedad que con todas sus bondades y oscuridades contiene al hombre como presa de su constante avance; este es su entorno, el entorno del hombre, aquí tiene lugar su realización, en medio de esta salvaje sobreabundancia de medios para vivir, pero en la paupérrima oferta de porqués.
Por otro lado, más de XX siglos de camino haciendo historia desde Dios y con el hombre. Una Iglesia que presenta a millares de seres humanos que supieron atreverse a ser radicalmente diferentes, a mostrar ante el momento histórico que le correspondió vivir a cada uno de ellos, que ser feliz es posible; aun en nuestros días, centenares de personas que en su silencio pero en la riqueza de sus acciones, hablan del nuevo nombre de la Santidad en estos días, la Felicidad. Un Catolicismo que como estilo de vida y no como un movimiento doctrinal y determinista, está en capacidad de dotar de sentido la vida del hombre, de aportarle trascendencia, una Iglesia en constante purificación que quiere mostrar ante el mundo el rostro misericordioso del Padre, hombres y mujeres que han decidido dar un si generoso a la acción de Dios en sus vidas y reuniéndose en torno a Él forman comunidad. Al igual que la Sociedad de consumo, que describía anteriormente, una iglesia que tiene lugar en el mundo, y que estando en función de Dios, está al servicio del hombre para acompañarlo a su Plenitud.
Al centro de este parangón, el hombre, como objeto de todas las realidades, aturdido por la cantidad de voces que le ofrecen sentido, cansado de buscar y no encontrar más que rígidos sistemas que determinan su desarrollo, desilusionado por el anti testimonio de tantos que dicen vivir con radicalidad su opción de vida, absorto en el deseo de la instantaneidad y olvidado casi por completo de su dimensión trascendente.
A menudo, es posible encontrarse con que la Iglesia Católica no está en capacidad de responder a estos cuestionantes del hombre y a los desafíos que trae implícito para ella el siglo XXI, sin embargo como hombre creyente y observando desde los ojos de la Fe, considero no que la Iglesia no esté en capacidad de responder a las exigencias del hombre contemporáneo, mas bien, no se ha sabido, por decirlo de alguna manera presentar ante el mercado del mundo el apasionante mensaje de aquel que caminó un día por las calles de la Galilea, aquel, que con su misteriosa mirada y personalidad atrayente llamaba a muchos hombres y mujeres y arrancaba de su corazón un Si decidido y casi instantáneo, hombres y mujeres que se aventuraban en la epopeya de seguirlo no por sus meritos, sino en un acto de su suprema bondad, “Subió al monte a orar y llamo a los que el quiso para que estuvieran con el” Mc 3,13. En palabras del Papa Benedicto XVI, “La elección de los discípulos es un acontecimiento de oración; ellos son, por así decirlo, engendrados en la oración, en la familiaridad con el Padre”.
Pues XX siglos después, esta historia continua vigente, pues Cristo, su protagonista está vivo y habita entre nosotros, de esta forma hoy como ayer, se sirve de su Iglesia, para continuar llamando hombres y mujeres a vivir la aventura de ser Discípulo en el contexto de nuestros días, es decir, Cristo sigue buscado personas que desde la apertura de corazón se permitan lanzarse a los brazos del Padre para atreverse a ser diferentes, a caminar en contracorriente al mundo, a ser prolongación del Amor del creador para sus hermanos, en una palabra, a ser agentes del reino desde la coherencia de vida y el testimonio en el Amor como expresión máxima de la unidad, aquel deseo que en el marco de una cena dejó descubrir como su más profundo anhelo: “Padre que todos sean Uno” Jn 17,21.
Nada diferente, salvo los avances que mencionaba al comienzo, a la realidad que tuvo que afrontar la primitiva comunidad Cristiana: persecución, entredicho, controversia, división, temor, un aparente fracaso; pareciera estar leyendo en las páginas de los Hechos de los Apóstoles, la realidad de la Iglesia del Siglo XXI.
Aquellos hombres que en su momento se atrevieron a vivir la apasionante misión de continuar la obra de Cristo, su Iglesia, no fracasaron, pues supieron poner toda su confianza en aquel que al llamarlos, no miro su pecado o su indignidad, sino que se fijo en su capacidad de Amar y eso le bastó. Esa capacidad de Amar, hizo que el los llamase a formar con él una nueva familia, a dejar Padre y Madre, para anhelar con libertad, ideales más encumbrados y exigentes, gracias a ellos hoy el preciado tesoro de la Fe, aunque rebatido y atacado, permanece y no termina.
Si bien, estos hombres empujan con su decisión a acogerse a la radicalidad del llamado, la Iglesia, en su afán de acompañar al hombre, propone un modelo más encumbrado aun, a aquella Bienaventurada mujer, que supo hacer de su vida una respuesta generosa al Plan de Dios en su existencia con una abnegación total que alcanzó en la donación su felicidad, aquella joven doncella que en la tarde dolorosa del Calvario fue entregada como Madre a aquella comunidad que el Hijo había reunido en torno a Él.
Ella desde aquel momento es la Madre de la nueva comunidad que comenzaba a gestarse en el Sacrificio de Cristo, para nacer como una comunidad Pascual, que contempla el rostro radiante del Hijo que se levanta y otorga todo el vigor posible para ir hasta los confines del mundo, esta es la razón de ser de la nueva comunidad, la Resurrección de Cristo.
Sin embargo, esta Mujer que como el hijo cautiva por su silencio y su aparente ausencia, además de ser la Madre del hijo de Dios, antes de ser la Madre de la naciente Iglesia, supo y quiso por iniciativa propia hacerse discípula del Hijo. El llamó a los que quiso, mas a su madre, no necesito llamarla, pues ella albergaba desde entonces en su corazón la experiencia transformadora de Dios y libremente, sin ufanarse en su papel de Madre, supo asumir no solo la actitud de María la de Betania, que se sentó a los pies del Maestro para escuchar su doctrina, sino que supo también poner como Juan su cabeza sobre el pecho del Maestro, para que escuchando los latidos de su corazón la instruyera a la hora de Amar, amor que en su niñez puedo aprender de ella en gran manera pues como Madre, se constituía para él en modelo de donación, de entrega, de negación a los propios intereses para asumir los del otro, de ella Jesús aprendió que al Amar es necesario darse hasta el Extremo.
Más aun Ella no se conforma con adoctrinarse y compartir los sentimientos del Maestro, María supo poner por obra aquel discurso que nos presenta San Juan, cuando Jesús pedía a sus discípulos: “Permaneced en mi Amor”, por eso no es difícil encontrarle camino a la vía dolorosa, sintiendo con el hijo y resulta consolador encontrarla en la cima del Calvario, cumbre de la vida de Cristo, pues allí, El la juzga el mejor fruto a quien encomendaría el cuidado de aquellos a quienes con especial predilección había escogido y hoy se convertían para él en los íntimos que se abrieron a la hazaña de ser discípulos, de un hombre que clavado en una Cruz de pies y manos, inspiraba el desasosiego del fracaso.
La fe de estos hombres, pasa por la noche oscura de la Cruz, sin embargo allí esta María, la Madre fiel, animando la esperanza decaída de los que en el patíbulo, contemplaron el fin de esta historia. La Cruz en ese momento, se convierte en el punto de Partida, y también allí esta María, para tomar en alto la bandera de la obra que había iniciado el Hijo. Siempre creyente, siempre orante, siempre segura en la resurrección, pues al haber dado el gran paso de la Fe, el amor le aseguraba la Victoria del que yacía en el Sueño de la Muerte.
Con Cristo, también María se levanta vencedora en la Mañana del Domingo, es allí donde la esperanza se ve reconfortada, es allí donde con ideales renovados, ella asume la responsabilidad de la Comunidad de Discípulos, para hacer realidad la promesa del hijo: “Yo Estaré con ustedes hasta el Fin de los Tiempos”.
Aquella bienaventurada mujer, supo siempre estar ahí, como la Madre oportuna, en una maternidad que se extiende a nosotros no por vínculos de Sangre, sino por la Fe, una Fe inquebrantable en la Persona de Cristo. Hoy después de 2000 años del acontecimiento histórico de Pentecostés, ella sigue caminando con la Iglesia, continua construyendo esta apasionante historia del Amor de Dios por su pueblo, no únicamente como guía, sino como Madre, como Modelo, pero junto al Hijo como una discípula mas que escucha con atención, para replicar la realidad de Cristo en la trastornada realidad del mundo.
No necesita de hechos extraordinarios para demostrarnos su cercanía total, pues nos basta la seguridad de su fidelidad. Ella ilumina la Iglesia de hoy en todas sus dimensiones, pues se constituye ella misma en una fuente inagotable de doctrina, en manantial de gracias inagotables, en firme intercesora, pero ante todo en una adoradora constante del Misterio del Amor de Cristo expresado en la liturgia de la Iglesia.
E aquí un modelo que vale la pena imitar, esta es la mujer que supo vivir con radicalidad el mensaje del Evangelio, esta es la mujer en quien las esperanzas del Pueblo de Israel se vieron realizadas gracias a su profunda generosidad, esta es la mujer que nos enseña la autenticidad y la valentía para afrontar ideales superiores. María, la mujer de la Pascua, le enseña a la Iglesia la confianza absoluta en la Voluntad de Dios, una esperanza que hoy más que nunca, al contemplar el fracaso de tantos sistemas Morales, religiosos, económicos, el declive de la dignidad del hombre, la dictadura del relativismo, debe impregnar cada uno de los espacios para no limitarnos a hacer de nuestra vida y vocación un permanecer pasivo, sino mas bien la capacidad de llegar a ver con los ojos de la Madre y darnos cuenta que en Cristo, todo tiene Sentido.
Contemplar a María, es darse cuenta que ser Feliz, si es posible, que asumir el estandarte para comenzar a caminar en las Filas de Cristo no es un absurdo, sino un acto de Fe en el Amor, para emprender la gesta del discipulado. María es Madre, es Discípula, pero también es maestra de nuestros pueblos, que a través de las ricas manifestaciones de piedad que nacen desde la experiencia de fe acontecida en el seno de cada una de sus culturas, instruye a sus hijos para escuchar del maestro las palabras de Vida Eterna. Ese es el reto que María lanza hoy como autentico modelo, a la Iglesia de nuestro Tiempo, ser capaces de lanzarnos a la aventura de la radicalidad, a la hazaña de ser diferentes a pesar de la persecución y de la crítica, a ser capaces de entregar la vida por un ideal noble por tanto atreverse a ser discípulo es una aventura que no vale la pena, vale la vida.
Ser Discípulos al estilo de María es vivir como la Primera comunidad Cristiana, en la esperanza firme de la Pascua, aunque sea necesario pasar por la noche del dolor.
María, Madre de nuestros Pueblos, en la Cruz, el acontecimiento máximo de nuestra Salvación, junto al hijo nos das toda una lección de Amor. Mira la realidad de nuestro mundo que se ha olvidado de Dios, pero mira también nuestra realidad de discípulos que acobardados como ellos en el cenáculo, buscamos ensimismarnos y callar la experiencia de ser amados, despierta en nosotros y en los pueblos que se confían a tu protección, un ardor desmedido por la persona de Cristo, pon en nuestras existencias un toque de ti, para que nos aportes autenticidad, generosidad y radicalidad y que asumiendo el llamado del Hijo, contribuyamos a la construcción del reino de la justicia, la verdad y la Paz.

Como entender el Amor?

¿Cómo entender el Amor?
El amor más que una definición teórica es toda una experiencia, quien habla del amor, es porque antes ha sido objeto del amor. Sentimiento, emoción, concepto, sensación, no sé, lo importante es que entendamos el Amor como una prolongación de Dios, que deposita en nosotros una de las características intrínsecas de su ser Divino.
Sin embargo, si fijamos nuestra mirada y analizamos el Amor, nos vamos a dar cuenta que es un sentimiento que no se limita a una dimensión única, y que el hecho de su existencia en un espacio de la vida no le anula en otra, es decir no es más amor el que pueda sentir un Esposo por su esposa, que el de un Sacerdote por sus fieles.
Tristemente el afán por llenar los vacios y el sinsentido de la vida que caracteriza nuestra sociedad contemporánea, a impulsado al ser humano a caer en una grave degradación del Amor, al punto que hoy es casi inconcebible pensarlo como la expresión más noble de la realización del hombre, hemos decidido más bien darle una connotación de emoción pasajera, de sentimiento superficial, es decir, lo hemos desviado únicamente a la dimensión sexual, por ello para este momento histórico es imposible pensar en una vida plenamente feliz en la vida matrimonial y más aun en la vocación al ministerio Sacerdotal, por la sencilla razón que exige un amor radical y verdadero, es decir, la capacidad de amar como Cristo, hasta el Extremo.
Nos dice el documento de Aparecida en el Numeral 136: La llamada de Jesús y su mirada de Amor, buscan suscitar una respuesta consiente y libre desde lo más profundo del corazón del discípulo, una respuesta de Amor a aquel que lo amó primero.
El amor, es pues una participación de Dios que nos llama a ser su prolongación para todos los hermanos, cada uno desde la vocación específica a la cual ha sido llamado, en el seno de una familia o con la donación total de Si en el Sacerdocio.
Si bien nos es difícil definir con palabras el amor, podemos decir que es en la Cruz donde se encuentra la máxima cátedra del Amor. Contemplar a Cristo crucificado es pensar en la bondad de todo un Dios que se queda con nosotros a través de la historia en el sacramento de la Eucaristía, un Dios que camina con nosotros y que nos hace participes de su misterio en la vocación sacerdotal, un Dios que se hace uno con nosotros. Por eso estamos llamados a amar a la medida de Jesús que es el don de Si. No importa el lugar ni la condición de cada persona, lo que verdaderamente importa es la capacidad de donación, de entrega, de negación a sí mismo a la hora de Amar, pues eso es verdaderamente amor, negarse a sí mismo para aportar a la felicidad del otro y esto lo aprendemos de Aquel que nos Amo hasta llegar al Extremo de la donación de la vida Misma.
Ese amor de Dios, lo experimentan ustedes, nuestras familias y nosotros como hijos, al contemplar la acción bondadosa del Padre que nos bendice con toda clase de dones, nuestros Padres, nuestros hermanos, amigos, los bienes materiales, pero más aun, se ha fijado en la debilidad de uno de los miembros de la familia y lo ha llamado para hacer en él la obra del amor, expresada en el servicio a los hermanos, en la donación de Si mismo, mediante el Ministerio Sacerdotal. Nuestra vocación ha nacido en el Seno de la familia, pero no podemos desconocer que es un don inmerecido que nos lo otorga Dios al igual que la Paternidad, como una prolongación de Su amor.
Al igual que el hombre que ha decidido vivir la vocación en medio del mundo, el llamado a la vocación Sacerdotal necesita del amor, como característica esencial de su existencia, pues en la medida en que se ame, se es más buen Sacerdote.
Como vemos la necesidad de Amar no excluye a nadie, al ser donación de Dios es una característica de todos a los que ha creado.
Finalmente la necesidad de hacernos conscientes de  vivir el Amor como una prolongación de Dios en medio de los Hermanos, un amor que se distingue del que ofrece el mundo actualmente, pues es una donación total de si, para apostarle a la felicidad del otro.